Imaginen un delicioso pastel de chocolate. Tiene chispas, jarabe, betun, helado, azúcar glass, todo. Y lo quieres, te mueres por él. Lo necesitas comer porque es demasiada la tentación y muy poca tu fuerza de voluntad. Te resistes a sus encantos, piensas en que no es bueno para tu figura, pero sabes que lo amas. Y te lo comes.
Si algo te hace feliz y no te arrepientes mucho, no está mal. ¿O sí?
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